jueves, 27 de enero de 2011

Ficción

'Era el demonio, era el mismo mal hecho carne, aunque a todos les dio por reír cuando aquel engendro soltó sus amenazas con aquella vocecita tan aguda.'       
Por Diva Calva


Todos hablan estos días de la dimisión, pero a mí no me da la gana. A mí, que no he conseguido (ni lograré jamás) comer de la cultura, me preocupa más haber tomado muchas decisiones laborales en función de una cotización a la que dificilmente llegue. 'Cotiza, hija, cotiza, que los años se pasan'. Quién dijo que había que hacerle caso a los padres, con lo bien que debe de oler el dinero negro.

martes, 18 de enero de 2011

La vida después de Facebook

Hoy he leído la entrada del blog de Alberto Olmos, donde hablaba sobre el arte y los ricos, o los hijos de los ricos que crean arte, y me ha hecho repensar sobre el tema, y la carcoma ha vuelto a mí, y se me ha caido un mechón más de pelo cuando alguien a quien conozco ha mencionado en Facebook el blog de María León y su ruta de moda por Sevilla, y pienso en que Bukowsky quizá, y sólo quizá, dejó de escribir durante diez años no como modo de protesta por el proceso de publicación, sino porque no tenía sus puñeteras necesidades cubiertas.

En Facebook la gente publica estados y emplea los verbos chiflar e ignorar por igual, y yo, con un sólo amigo en la red, tengo que aprender a manejar mi vida después de que mucha gente haya aprendido a utilizar las opciones de privacidad de sus perfiles. La vida después de Facebook.

Y es que trabajar y no poder ver perfiles a veces no deja ganas para decir ni una palabra, y justo por eso os tengo que dejar ahora, que mañana madrugo y aún me quedan tres relatos del libro 'Premonición', de Pepe Cervera, del que quiero hablaros pronto...

viernes, 14 de enero de 2011

Es simbólico

Está bien, es este un blog de literatura y no de cine, pero ah, a veces están tan relacionadas ambas cosas... Saliendo de la adolescencia vi una película romántica pretendidamente alternativa en la que trabajaba Sarah Jessica Parker cuando aún era la tía fea del grano, y en ella Ben Stiller interpretaba a un artista muy místico que pintaba un mural en el escribía Amor=Vida=Muerte y lo calificaba de 'Simbólico'. La fea del grano le decía, no, no es simbólico, ¿ves?, lo has escrito, las palabras están aquí puestas, no es simbólico. Y una cosa tan obvia debería haberle dicho alguien a Francisco López Serrano en su 'El Hígado de Shakespeare'.


Poco después de darme cuenta de que no ganaba ningún premio literario más tras mi premio, el premio (que no había segunda vez, segundo cheque, segunda experiencia sexual que hace que una piense que la primera tuvo su sentido), me dijeron: "Este tío ha ganado cosas". Y quise ver. Ah, error.

Podéis decirme: "Querida Diva, ese libro es del año 2000"; pues sí, cierto, y no he leido más porque me da miedo gastarme las pocas perras de las que dispongo en su flamante Premio Setenil 2010, porque lo que es este hígado es la muerte explícita de lo simbólico.

Tras obligarme a mí misma a mantener los ojos abiertos mientras leía el relato que le da título a la obra me daba la sensación de estar leyendo a un amigo antiguo que se fue tres meses a Inglaterra y vino preguntando: "¿Cómo se le decía en español a esa verdura que es morada por fuera y blanca por dentro?". Con una primera persona igual de pretenciosa, pobre y descriptiva en exceso, que abusa del adjetivo e induce a pensar que un personaje principal que es todo crítica acabará en el fondo del agujero más profundo dándose cuenta de su naturaleza también miserable, te encuentras con que no, ah, no, no, pero si sale airoso, triunfante, y para rematar, hace un chiste de culos, oh... Aviso a los lectores, me encantan los chistes de culos, me río como la que más, tapándome los morros con la manita, no vayan a pensar, pero no entonces, no ahí, no de cierre en esa larga lista de despechos.

El resto de relatos sigue la misma línea, el perdedor gana pero pierde pero gana pero pierde, y me pregunto, ¿es mi aversión a la muerte de lo simbólico una consecuencia directa por redondear las historias en los cuentos? El cuento circular, donde esto lleva a aquello, donde todo se concluye. Tal vez sea eso lo que me chirría aquí, cuando la vida es tan simbólica que un cuento no puede más que contarme un chiste obvio no me dan ganas de creer en la literatura.

Hay dos cuentos que destacan, sí hombre, no todo iba a ser negativo. En los dos, el protagonista es un asesino frío y esquizofrénico que me deja lugar a la sonrisa (señor López Serrano, no venga usted a asesinarme) y a la esperanza: 'Al final de tus pasos' y 'Roadrunner' al menos tienen en su favor la baza de lo políticamente incorrecto, aunque tampoco dejen nada a la imaginación.

Pero, en fin, el único cuento que aún me hace dudar de si agenciarme un segundo titulo es 'Juegos florales' (siempre que obviemos su final cantado a gritos). La técnica no es muy minuciosa, pero el tema me llega: cómo un jurado de premio literario selecciona las obras. Me quedo con esta frase: "En una primera criba le fue suficiente con leer el título de algunos para desecharlos de inmediato". Quédense ustedes con el mensaje: titulen bien, queridos amigos, porque detrás de un título llamativo puede no haber nada, pero detrás de un título mediocre... ¿quién se para a abrir los libros con títulos mediocres?

miércoles, 5 de enero de 2011

Empezar por el principio

Para hacer las cosas bien hay que empezar por el principio, pero a veces, lo primero es el final, y porque mi comienzo podría ser el día en que gané aquel premio que me hizo creer que un día yo algo, pues mi final es el último libro que me he leído, y que resulta que es bueno, y que una vez más no lleva mi nombre en la portada ni el brillo de mi mejor peluca en esas solapitas tan simpáticas que les ponen ahora a las publicaciones alternativas.


Y es que, aviso a los navegantes, no vais a encontrar por aquí mucho vómito sobre bestsellers, mmmmm, lástima, para eso bastará con un post único (algún día) aplicable a todo el tono monocorde y aburridísimo que la literatura española actual se esfuerza en adoptar en un (goleada) amplio porcentaje, haciendo uso del eufemismo políticamente correcto y sin inventarnos cifras (bueno, un 90% no quedaría mal en un titular malicioso).


Empiezo por el final y os digo: leed ‘Cuatro veces fuego’, de Lara Moreno, antes de que la editorial Tropo que la editó se quede sin ejemplares.






La he visto saltar descalza por alguna antología, pero ha sido porque la he buscado, y ha sido después de toparme por casualidad (como se topa uno con las cosas buenas) con un cuento suyo por la red y de buscar si tenía blog, y ah, lo tenía, y de ver qué carajo ha publicado esta tía, joder, un par de libros, en editoriales pequeñas, como siempre, um… un poemario, empecemos por los cuentos, sí, y pedí ‘Cuatro veces fuego’, o pedí fuego cuatro veces, a pesar de que con toda seguridad ambas deberíamos dejarlo (¿qué es una diva sin ocultar a medias su rostro tras una nube de nicotina?, me pregunto).


El libro está dividido en cuatro partes (Los pequeños ojos, La búsqueda, Criaturas y Cortafuegos), y si lo lees te convierte en Alicia al otro lado del espejo, porque te hace sentir que creces de repente, pasando de un cuento a otro como si te estiraran las extremidades de manera artificial (mierda, crecer duele), y cuando has alcanzado el hastío de saber que tú eres tú y no hay más te queda aún el refugio del tabaco, la hipnosis, el sueño, el espacio revelador.


Me enamoré de varios relatos, ‘Primer día’ le hace a una sentir vértigo, y ‘Maneras de estar sediento’ sabe a playa y alga podrida. ‘La Menuda’ dio origen a una extraña saga en la web de los noveles, pero, oh, siento avisar tarde, esta es su última entrega (aunque nunca nadie nos dijo qué hizo con ella el negro gigante). ‘Recuerdos para Olga’ convierte un estilo narrativo que aborrezco (la carta) en un ensayo sobre cómo el narrador puede hacer dar mil palos de ciego al lector antes de acabar las cinco páginas. Y hasta aquí puedo leer.


Tomadlo y bebed todos de él, porque esta es su letra derramada, y en ella hay que bucear con ganas.


Tres vítores por ese estilo inconexo de una generación que huye de Revertes y Nocillas y que probablemente se da de bruces con el hecho de  que la poesía es demasiado bella para habitar en un mundo tan feo, donde se folla, y se caga, y se piensa en abortar, y las niñas bonitas son avispas.


Finalizo, empezando por el cierre.
Después de todo, no está tan mal saltarse los cánones.