Marcha atrás. Creo que es el sentido propio de la marcha humana, hacia atrás. Siempre que las cosas se nos tuercen un poco, nuestra propia armada, a la que mantenemos a pan y agua y fiera, dispuesta a entrar en combate con nosotros mismos en pos de la cordura, saca sus galas y echa la vista atrás para coger fuerzas. El pasado es muy fácil, aún habiendo experimentado las realidades más difíciles y depravadas tendemos a cubrirlo todo de sepia, que evita los matices.
Digo esto porque ahora mismo cogería sin dudar cualquier trabajo de mierda de los que tuve, y un año antes no, un año antes nunca, y ahora, sin embargo.
Hoy entiendo a aquellos que vuelven al pueblo, a los que regresan con sus ex sin ponerse colorados, y forman familia, y silban al pasar por las esquinas soleadas de las calles. Hoy leo a Carver y, de nuevo, me parece grandioso. Hoy leo ‘Esperando al enemigo’, de Gonzalo Calcedo, y no me importa echar la vista atrás, es más, me siento cómoda instalada aquí, en la calidez del relato de la historia dentro de la historia. Y puede, sí, tal vez cogería un trabajo de 780 euros, sí, al menos son 780 euros.