martes, 17 de mayo de 2011

El becario

Lo que nadie esperaba era que el becario fuera guapo y eficiente. Dan ganas de abrirle en canal para estudiar sus entrañas, sólo para ver si es humano o cortocircuita. Es un estudiante universitario que lleva tres años sin parar de hacer varios master y cursos porque no encuentra ningún trabajo en esta tierra del sur que parece más seca que nunca a pesar de las flores que pueblan los naranjos y el engañoso olor a azahar que invade las calles, como si estuviera la cosa para alegrías primaverales. Lo que nadie esperaba era que el becario hubiera sido rechazado para cubrir varios puestos por estar más formado de la cuenta, sin tener en su historial ni un solo día de cotización, con 29 años que tiene y esa cara de haberse escapado de un anuncio de El Corte Inglés. Lo que yo no esperaba era que después de haber trabajado como una mula, de haber perdido el pelo por el estrés, fuera tan jodidamente fácil sustituirme. Y me pregunto dónde no pareceré yo excesivamente formada (una licenciatura, tres master, un postgrado y once años de experiencia). Me pregunto si podré mentir en Mercadona diciendo que soy estudiante universitaria (calva) para que me contraten los fines de semana, y me lamento de no tener madre alemana o padre inglés que me hubieran abierto de par en par las puertas de estas fronteras donde ya no siento que pertenezco (hay que escapar mientras se pueda).
Lo que no esperaba era que el becario me invitara a tomar un refresco, al menos él tendrá el dinero de la beca un año, mientras que yo me iré a la calle sin paro, me dice, y tiene razón, y la coca cola está fresquita, y le chispean los ojos, porque parece ilusionado con esta mierda de trabajo improductivo en el que va a sustituirme, o no, será por el gas del refresco. Lo que yo no me esperaba era que el becario me preguntara si tengo novio, y mientras pienso en qué contestarle hago el cálculo: en un momento dado... ¿podríamos vivir los dos con los 550 euros de su beca? Creo que es fácil de engañar, al menos parece que aún no se ha dado cuenta de lo que soy, de lo que supongo, con esta inmensa sensación de fracaso agarrada a la chepa, al fin y al cabo, es guapo, tiene mucha formación y poca experiencia, tiene las hormonas revolucionadas con la primavera, puede que nunca se de cuenta que mi pelo pelirrojo es pelo de peluca.

martes, 10 de mayo de 2011

A bordo del naufragio (Alberto Olmos)

Pues como yo misma me siento a bordo del naufragio laboral después de haber estudiado en una facultad muy parecida a la que describe Olmos en su novela, me puse a leerla con interés agónico, que es el auténtico interés lector, para que lo sepáis.
Al principio me dio bastante pena que, debido a la mera casualidad, me hubiera leído el ‘Autoayuda’ de Lorrie Moore antes que el ‘A bordo del naufragio’, eso me hizo, quién sabe el motivo, disfrutar menos del estilo, por otra parte interesante (aunque fastidioso en la auto justificación del narrador que se hace en algún momento). El personaje protagonista que recrea me genera, sin embargo, un sentimiento extraño, pues es como si le apreciara a él, con sus miserias y su misantropía, pero sin embargo, no pudiera soportar al jodido narrador metomentodo que me lo cuenta, siendo más o menos, la misma cosa. Si esa era la intención (si es que un propósito existe en la escritura), bravo, bravo.
Supongo que, al igual que algunas entradas de su blog (que descubrí no hace mucho), me produce ese sentimiento dual inexplicable de atracción rechazo que probablemente él pretenda para sus lectores, con lo cual, le reconozco el mérito. Como el rascarse cuando pica. Hasta hacerse costra.


P.S: No pensaba añadir este aparte, pero sí, para que sepáis que el script no es sólo necesario en cine. En el libro hay un personaje, una vecina vieja que recorre los pasillos del descansillo del bloque donde vive el protagonista, que al principio viste una bata rosa con bolitas y que, al final, él rememora vestida con una bata azul, y ahí mi imaginación hizo crash: esa vieja me era más cercana cuando vestía de rosa. Imagino que ya le habrán comentado ese detalle mil veces, pero a mí me sacó momentáneamente del relato, qué queréis que os diga, puntillosa que es una. Tal vez Olmos me contrate algún día como script de sus novelas. Y ahí os dejo, mientras espero que llegue el becario que a partir del mes que viene hará mi trabajo, para reducir costes, que hay crisis. Tengo que dejárselo todo bien explicadito. Rascarme si me pica, arrancar un poco de piel muerta aquí, de resentimiento allá. Mientras he de sentarme a esperar (sin derecho a paro, los autónomos encubiertos, ya se sabe), a ver cómo solidifica mi pústula.