martes, 21 de agosto de 2012

¿Estás escribiendo?

Mi muy mejor amigo y mi amiga la que escribe me llaman de vez en cuando a horas intempestivas, y me preguntan: ¿te cojo bien?, ¿estás escribiendo? Supongo que han dejado de preguntarme si estaba durmiendo porque siempre adivinan en el temple de mi voz camioneril cuándo les miento, y supongo también que preguntar ¿te cojo bien?, ¿estabas follando? no queda muy fino. Igual piensan que es poco probable que suceda lo uno o lo otro, y es su forma de animarme a que haga lo que piensan que tengo más a mano, pero aunque es harto probable que el sonido del teléfono no interrumpa gran cosa, el otro día, pasó. Sonó en mitad de una ceremonia de boda, justo cuando el cura dijo si alguien tenía algo que decir que impidiera la celebración del matrimonio, como en las películas. No fue mi móvil, cuando entro en las iglesias no me santiguo, pero apago el aparato, pero le sonó a mi amiga la que escribe, que rebuscó el su minibolso para silenciarlo y le hizo al cura gestos de ‘cosas de la tecnología’ con la mano lacia y sin perder la sonrisa para luego volver el cuello como la niña del exorcista y enseñarme en el display que la que llamaba era la ex del contrayente. Mi amiga rechazó la llamada y a continuación vibró la funda de mi cámara de fotos, donde yo tenía metido mi plátano móvil. La ex llamó sin parar a todos los teléfonos de todos los amigos del novio que estábamos invitados a la ceremonia: escuché hasta nueve vibraciones pretendidamente insonoras más y luego salimos para tirar el arroz. ¿Deberíamos decirle algo al novio antes de que firme?, me preguntó mi amiga la que escribe, pero yo sólo me encogí de hombros. Nadie tuvo valor para interrumpir la ceremonia y hacer un aparte con el novio, ni siquiera la interesada, que vive a dos calles de la iglesia y que digo yo, podía haberse dado un paseo y haber aparecido por la puerta como una devastación, con el sol a la espalda. Pero no, se quedó en su sillón comiéndose las uñas y llamó al móvil de todos sus ex amigos que, sin excepción, hicimos como que no habíamos visto la llamada; porque la gente a veces se cree con derecho a llamar en cualquier momento y no te pregunta si te coge mal, en medio de una ceremonia de chaqué y 700 euros en flores frescas para la iglesia, y es en ese momento cuando estás plenamente seguro de que no eres Dios, de que no eres nadie para cambiar o no el curso de los acontecimientos, y sin embargo sabes también que hagas lo que hagas ya estás metido sin querer en un marrón que sólo podrás aplacar poniéndote hasta el culo de Gvine cuando abran la barra libre, porque en el fondo de tu alma dudas, y te quedas con el arroz en la mano sin saber si descolgar o no el aparato, con cara de gilipollas y sin poder volver a concentrarte, como si justo al sonar el aparato se te hubiera ido la idea literaria de tu vida o alguien te hubiera interrumpido un buen polvo.