martes, 14 de mayo de 2013

Una buena patada en los huevos

Estoy ahorrando. Ahorro dinero, para comprar los libros de algunos amigos o escritores contemporáneos que admiro o que me generan curiosidad, llamadlo como os de la gana, una tiene su dosis de enfermedad y punto, y resulta que sus libros salen pronto o muy pronto y necesito mi antídoto; también resulta que es más barato que el psicólogo, así que ahora desayuno media tostada con aceite sin bebida, me preparo de paso para la operación bikini, y obtengo un saldo extra de 0,50 al día. Voy a echar de menos mis dos Tigretones diarios, pero quiero esas mierdas de otro en papel, soy una sentimental. También ahorro energía, porque llevo un par de meses deseando darle una patada en los huevos a un gilipollas de la oficina y se me está poniendo muy a tiro: como vuelva a decirnos que no hace falta que leamos lo de las sombras de Grey, que él nos instruye, se me va a ir el piececito, lo juro, lo soltaré como un resorte, que para eso lo llevo aguantando en su sitio desde que mi jefe me dijo que necesitaba que tuviera disponibilidad los fines de semana (por menos de setecientos euros al mes, oiga) y que le diera mi móvil personal (porque de empresa no tengo, obviamente) para añadirme al what´s up, por si me tenía que avisar para alguna cosa. También me dijo que le hiciera de espía con una compañera, literalmente, “a lo Clarence Linspector”, imagino que lo de Clarice le sonaría demasiado al Silencio de los Corderos, y que el apellido debe de sonarle a detective privado, o algo. Me negué, claro, pero con las excusas baratas de que no tengo smartphone (con lo que cobro, es normal, le dije, y sonreí) y de que no veo a dicha compañera levantarse o sentarse desde mi oscuro cubículo, ya sabéis, nunca os dije que fuera una mujer valiente.