miércoles, 3 de julio de 2013

El rancio sevillano

Reconozco que no me gusta catalogar a las personas (cualquiera lo diría), pero me han puesto de compañero nuevo a un rancio sevillano al que dan ganas de violar analmente en el cuarto de las limpiadoras sólo para ver si se le mueve el flequillo engominado, pena que no tenga yo miembro viril, que es una cosa que de pequeña siempre le pedía a los Reyes Magos y que nunca me traían, ja, para que luego digan que son mágicos (eso sí, a cambio me obsequiaron con una cantidad de hormonas masculinas inusual para una chica, pero que no me sirven de nada, salvo para llamar la atención de los médicos de cabecera cuando me hago analíticas y para tener que explicarles a mis amigas lesbianas muchas, muchísimas veces, que a pesar de todo me siguen gustando los tíos). El rancio sevillano del que hablaba trae consigo un amplio muestrario de porno en un pen drive que imagino extensión de su miembro viril, y que usa para codearse (y es literal, se pasan la mañana con las cabezas muy juntas, dándose codazos) con los jefecillos de sección, que no abren la boca porque tarde hora y media en desayunar. El rancio sevillano es capillita, hermano de no sé qué, con su medalla, con sus colectas de donaciones para trajecitos para las imágenes menores, que a veces confecciona su madre, así todo queda en casa. El rancio sevillano también lleva dos meses diciéndonos el número de su caseta de la Feria, donde podremos entrar si preguntamos por él durante el próximo abril de 2014, supongo que confía en no estar contratado sólo durante tres meses, la campaña de verano, vaya. El rancio sevillano nos mira a todas con una expresión extraña, maneja un gesto que mezcla la repulsión con el deseo guarro hacia las mujeres, justo esa expresión que evito en la gente con la que por circunstancias de la vida tengo que compartir ascensores alguna vez. Subiendo y bajando escaleras para evitarle en un espacio reducido se me está poniendo el culo duro para el verano, no os digo nada. Y ahora, después de mi exposición, volvedme por favor a preguntar por qué no termino yo de adaptarme a esta ciudad, a este trabajo, volved a decirme que el problema es mío, queridos, muchas gracias.