lunes, 10 de febrero de 2014

Como el pan duro acoge al moho

La oficina me acoge de vuelta de la baja maternal como el pan duro acoge al moho. Me doy cuenta de que nunca podré escapar de estas paredes grises porque en este ámbito enrarecido y rancio es donde únicamente puedo respirar, donde se encuentran todos mis nutrientes. Queridos todos, os confieso que más allá de las tres o cuatro pobres entradas de este blog no he escrito ni una palabra desde hace medio año, porque en casa, con mi hijo, no se da esa corrosión que me impulsa a la escritura, esa congoja, el momento justo previo a la náusea. Malestar. Y el impulso, el varazo en el lomo, sólo me lo da la oficina, donde uno de los coordinadores más miserables que he tenido jamás ya no está para amargarme la vida porque, os aviso, ha aprobado unas oposiciones. En su lugar ha venido otro, hijo de, que de poder hacerlo empalaría a sus subordinados para marcar el camino a su despacho. Queridos todos, en la oficina, en medio de la falsedad estridente y quieta donde sólo las limpiadoras te piden que les enseñes la foto de tu hijo, es donde únicamente puedo crecer. No estoy diciendo que me alegre de volver, estoy diciendo que no podía ser de otra manera. Bienvenida a la miga rancia y dura que te permite echar tus raíces de una micra de profundidad al suelo sevillano que nunca te dijo que te quedaras. Colócate bien la peluca. Bienvenida.