jueves, 11 de octubre de 2012

Siempre quise ser Myrna Minkoff

La Minkoff no sólo tenía varias causas (una de ellas, el propio Ignatius), sino que al lado de tamaño personaje se volvía más peligrosa, eran como un Bonnie and Clyde del esperpento, una pareja aparte, rara y despreciable. Yo siempre quise ser como ella, incluso me alegré cuando me dijeron que debía llevar gafas y me compré unas de pasta, pero no sólo carezco de causa, sino que tampoco tengo claro cual es mi deseo primitivo, de fin, y ojalá supiera qué es eso que quiero de verdad para poder ir corriendo a buscarlo. La Minkoff me parecía el modelo universitario a seguir, y probablemente por eso me estuve arrimando a tipos despreciables, para convertirlos en mi causa (y que luego digan que las lecturas de la adolescencia no son peligrosas). Anoche, mientras fabulaba (ah, qué invento, la imaginación, y cuán a menudo he de apartarla de los tópicos, que se cuelan por las rendijas), me di cuenta de que quizá el becario era algo así como mi última causa. Mientras devoraba un Tigretón de mi despensa decidí llamarle. ‘Te dije que te esperaría, hasta que estuvieras preparada, así que aquí estoy’, me dijo, y colgué. Nada que sea sincero y puro puede ser tan paciente, albergar tan poco rencor que de pánico. Mi muy mejor amigo dice que a las tías sólo nos gustan los hijos de puta, y yo siempre me río y le contesto: sólo a las enfermas, querido, sólo a las enfermas. Yo nunca he querido a un hijo de puta, pero sí a un inocente que se creyera hijo de puta, que hay una diferencia sustancial, no sé si me entendéis. Creo que debo enterrar lo del becario, igual que he tenido que enterrar otras cosas en mi vida, pero es difícil, con tanta canción de amor atronando en la radio.
Esta maravillosa imagen es de Julia Sardá: http://www.juliasarda.blogspot.com.es/2012/02/ignatius-y-minka.html

3 comentarios:

  1. Tu muy mejor amigo11 de octubre de 2012, 1:09

    Nosotros ya despertamos la misma inquina que esta adorable pareja, querida, y sin romance de por medio. Somos unos pedantes muy white trash, y en el fondo, sé que deseamos en secreto nuestos cuerpos, pero nos mantenemos alejados de ese abismo de un modo que manifiesta nuestra tremenda inteligencia. El becario es un bobo, huye.

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  2. Ya sabemos qué pueden dar de sí los becarios. Unos minutos dulces, que a veces no son ni dulces, y después mucha vergüenza. Es cierto que la vergüenza es una gran maestra.

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  3. Muy mejor amigo: nosotros ya no engañamos a nadie.

    Querido Tallón: Le decimos 'el becario' por maldad pura, pero nunca lo fue (le metieron para ocupar mi puesto por ser hijo de, directamente). Aún así, sí, da mucha vergüenza tener un tema con el mongolo que te ha venido a quitar el curro, y que encima no puedas estar conta él porque es una persona buena y dulce, o eso, o cosas de chicas que leen novelas de amor.

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