jueves, 22 de noviembre de 2012

Es una mierda tener sueños

Me explico, ese rollo de las metas está bien para según qué personas (están bien sobre todo para las que pueden encajar bien los fracasos), pero yo me refiero al tipo de sueños que uno sufre mientras duerme, porque esos no se pueden controlar, al menos de manera consciente. Cuando sueño con él me levanto mal, con una sensación horrible, como de haber estado leyendo infinitas veces los cuentos sobre morirse de ‘Velocidad en los jardines’, de Tizón, y no haberme recuperado aún de la lectura. A veces en el sueño tiene la misma cara que a los dieciocho años y yo ya estoy vieja, pero me conmueve igual que me mire por encima de las gafas de sol y me sonría, me hace sentir débil porque no hay nada más frágil que una vieja que vive con intensidad adolescente. Ya sé todo ese rollo de que en los sueños el soñador es siempre todos los personajes, y que cuando le sueño en realidad no es él, en realidad es sólo mi yo romántico y estúpido, pero me levanto con la boca seca y un pellizco enorme en las entrañas, como unas ganas permanentes de dar de vientre. Es una mierda tener dieciocho aunque sea en sueños, no poder recordarme a mí misma que toda ilusión tiene los días contados, que ese sufrimiento tendrá su fin, que me voy a despertar de un momento a otro y que ya mismo es Navidad otra vez, ¿no es para estar contento?

2 comentarios:

  1. No he retenido ninguno de los libros de Tizón, salvo uno, que narraba la presencia del demonio, pero de todos ellos tengo un recuerdo maravilloso. Un recuerdo, digamos, difuminado, inexistente, salvo por sus huellas. Fíjese que tontería, pero me recuerdo, hace seis o siete años, leyendo un libro de Tizón tirado en la alfombra de mi salón, boca abajo, y haciendo al mismo tiempo ejercicios físicos con las piernas para poner el culo duro. Ya ve. Todos somos un poco infames.

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  2. No se preocupe, tengo familiares directos que se recuerdan leyendo el Quijote porque coincidió con una época de estreñimiento extremo, pero no les pregunte por algún pasaje que no sea el de los molinos, claro, así es la vida. A mi me pasa eso más con el cine. Me recuerdo mirando el cartel de una película buena a la entrada de la sala, me recuerdo ocupando mi butaca con tal o cual amigo, recuerdo la fila, el asiento, el suelo pegajoso, pero del argumento poco pasados los seis meses del visionado, el recuerdo es caprichoso, supongo, pero ah, la huella, no se imagina la huella profunda que títulos como Johnny Mnemonic haya podido dejar en mi psique.

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