lunes, 19 de noviembre de 2012

Reírse sin dejar de parecer un trabajador serio

Vale, si le preguntan a un psicólogo les dirá que reír abiertamente es algo positivo, pero me juego los seis días de vacaciones que me quedan de 2012 a que ninguno de ellos ha trabajado jamás en mi oficina. Allí toda sonrisa, gesto cómico y no digamos carcajada son interpretadas como un gesto hostil. Esto tiene una explicación clara: si te ríes siempre te tienes que estar riendo de otro, y en un clima hostil como ese todo tiene importancia, de hecho, todo es tan importante como para que le dediques tus esfuerzos simpáticos el cien por cien de las veces sin que haya vida más allá. Todo el mundo se escama ante una risa y piensa ¿seré yo?, ¿será por mi?, y acaban por creer que efectivamente te ríes porque te sientes superior y piensas que el resto son gente estúpida; y eso jode, sentirse estúpido no mola nada y como conclusión, tú te estás riendo de manera maliciosa, siempre. Sí, así son los círculos viciosos de la oficina, ya saben. Es la guerra, señores, y hay que aprender a reírse para adentro. Yo leo el blog de Diana Aller y me río para adentro del rótulo televisivo de esta entrada (‘Salió a divertirse y le destrozaron el ano’), y entonces ocurre: mientras estoy mentalmente partiéndome la caja y pensando en llagas y eczemas y uñas de los pies levantadas para evitar translucir mi risión entra mi jefa y me dice: ‘qué concentrada estás esta mañana’. Y yo asiento casi sin asentir, como si estuviera efectivamente demasiado concentrada para emitir juicio alguno, y tecleo, no sé qué, pero tecleo. Podía haber sido una gran artista. Ahora mismo, me estoy riendo para adentro.

3 comentarios:

  1. En algunos países tiene la teoría de que la mejor alternativa a declararle la guerra a otro país, es usar los guiñoles para reirte de ese país. Y funciona. Es más efectivo reirte de alguien que acribillarlo a balazos. Fíjese en nuestro caso: España nunca se creyó tan insultada como cuando los francesitos se rieron de nuestros deportistas, tan exitosos ellos, en sus guiñoles. Cuando te disparan siempre puedes coger la ametralladora y devolver la ráfaga. Eso implica un toma y daca que acaba con muchas vidas. A la postre, pierden todos. Pero cuando se ríen de ti, y además se ríen bien, sólo te queda agachar la cabeza. Qué gran derrota, no le parece, la de la risa!

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  2. Si yo estoy a favor, y a veces, maquino como la que más, y pregunto tres veces lo mimso para anotar las siete respuestas divergentes, y me río, sí, pero el problema es que de momento es una guerra encubierta!

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  3. Al final te van a echar y verás cómo se te quitan las ganas de reirte. Qué poco prudente eres, hija.

    Tu amiga, la que cada vez escribe menos.

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