viernes, 9 de noviembre de 2012

Formas estúpidas de enamorarse

Podría escribir un tratado con la cantidad de formas estúpidas de enamorarse que he experimentado, pero soy vaga, y de momento sólo he escrito un relato donde las menciono de refilón. Y es que lo he estado pensando y me he dado cuenta de que me fijo en cosas del sujeto a adorar que, a primera vista, podrían pasar desapercibidas. Por ejemplo, que sea muy torpe escribiendo mensajes de texto con el móvil; que nunca se ría pero que cuando lo haga le cambie la cara por completo; que no sepa sujetar bien un periódico sin armar un jaleo imposible con las páginas; que lleve pañuelos al cuello sin temor a parecer maricón; que camine dando pequeños saltitos, como si estuviese siempre infinitamente feliz; que remueva el café de lado a lado y no en círculos; que pida cada día un desayuno diferente, desconcertando siempre al camarero habitual; que nunca lleve paraguas porque se agobie y en consecuencia acabe siempre empapado; que vaya a cortarse el pelo sólo cuando ya le sea absolutamente imposible peinarse; no sé, imbecilidades como esa. Lo que sucede es que aunque sobre el papel esas minucias puedan resultar tremendamente poéticas, en la práctica es viernes y estoy sola, y a mis espaldas acarreo sonoros fracasos amorosos. Ya veis, ese dato es como para despertar del ensimismamiento, digo yo, y bien que lo intentáis los que me conocéis, pero dado los tiempos que corren y los solteros que me rodean no me queda hueco para la poesía. En consecuencia he de reconocer que está siendo muy tentador volver al pasado, auque sea de pensamiento y no de obra, pero, ah, el pensamiento es siempre tan terriblemente peligroso, porque donde no hay sí se puede rascar, rascas hasta que la imaginación sangra, te inventas historias terroríficas en las que enferma o desaparece la mujer de tu ex y él te busca porque en el fondo tampoco te ha olvidado, esas historias en las que te encuentras por casualidad por un antiguo amante e instauráis los jueves como día de encuentro, ah, la clandestinidad, esa vieja puta desconocida que siempre me tienta con sus trucos. En la mente todo es más fácil, lo que antes te daba ganas de morir es cuero engrasado tras el trabajo que sobre él hace la imaginación, y por eso, y también porque es viernes y estoy sola, he comprado un billete de tren que no sé si usar. Por favor, esto es un llamamiento, que uno de vosotros me invite al cine o a irnos de cañas para evitar un ridículo mayor. Gracias.

3 comentarios:

  1. No sé qué me irritarían más, si los pasitos pequeños, que te hacen parecer feliz, o los pasitos largos, que das cuando reflexionas sobre el ser y la nada, y mientras fumas una pipa la mar de ridícula.

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  2. Jajaja, es lo que tiene el amor estúpido, Tallón, que te quedas prendado de cosas que normalmente al resto de la gente le tocan mucho los huevos. En mi defensa diré que no cogí el tren. Aleluya, hermanos.

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  3. "te inventas historias terroríficas en las que enferma o desaparece la mujer de tu ex y él te busca porque en el fondo tampoco te ha olvidado"

    totalmente, jajaja

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