viernes, 21 de septiembre de 2012

La fe y las palabras

A veces siento que todo se desmorona cuando descubro que una palabra que he usado toda la vida no significa realmente lo que yo creía. Chorrar para mí, desde siempre, ha sido sinónimo de resbalar, al igual que chorradera era sinónimo de tobogán, pero ah, son localismos, pequeña, la RAE recoge chorar (con una sola ‘r’), que es mangar en Madrid, pero ni un hueco para la Chorradera sureña. Ah. Y tu ánimo se desinfla, como el globo de colores que tu hermano sujeta delante de tu cara: lo siguiente, y lo sabes, es que la cara se te llena de aire tibio ya respirado y salpicaduras de saliva. Si me resbalo, ya no podré decir: cógeme, ¡que me chorro!, y la infancia ya no vendrá a mí más que con el olor de las magdalenas. ¡Para un detonador que no engordaba!, esto es una infamia, una pequeña pérdida de fe.

4 comentarios:

  1. Esto es inadmisible. Uno tiene derecho a usar el lenguaje para desenterrar su nostalgia. Mande a la RAE a chorar a otro sitio. No puede arrebatarle a una el botón gracias al cual, después de pulsarlo, viaja al pasado. La Magdalena es poco. Y en todo caso, dulce. Uno necesita sus hostiones de juventud. En mi opinión la RAE de vez en cuando también dice chorradas. Por cierto, de dónde viene según esta institución la chorrada?

    ResponderEliminar
  2. En mi tierra, le podría decir a la RAE: a chorrarla!!!!!

    ResponderEliminar
  3. Entiendo ese "a chorrarla" como un "a mamarla", ¿no? La chorra, al fin y al cabo, es lo que es en todos los sitios.

    ResponderEliminar
  4. Exactamente, veo que sabe usted idiomas!

    ResponderEliminar