miércoles, 26 de septiembre de 2012

Por qué dejé de usar el transporte público

Cogía el cercanías para venir a trabajar porque me permitía caminar veinte minutos al día y tener la ilusión de que yo también meneaba un poco el culo, ya que a veces me viene en ráfaga la imagen de Serrat montando en bici con una humillante camiseta blanca de algodón malo gritando ‘Muévete, corazón!!’, y se me parte el alma no hacerle caso. Cogía el cercanías porque es más barato que la gasolina del coche, que con mi triste sueldo de 834 euros mensuales ni lo hablamos. Cogía el cercanías para sentirme ecológica y moderna, pero sobre todo, para poder llevarme un libro e ir leyendo o mirando a la gente en un bello y puro silencio por la mañana, que una tiene sus ritmos vitales y la charla animada no es lo mío a las siete de la mañana. Como adivinaréis, queridos niños, voy a dejar de coger el cercanías porque junto a mí se arremolina cada mañana un simpático grupo de compañeras de trabajo que, si bien no saludan por los pasillos, sí que me dan la charla mientras voy subida en el tren. Llevo una semana intentando terminarme la novelilla de Nothomb ‘Ni de Eva ni de Adán’, cuyo argumento creo que he explicado al aire unas ochenta veces, de las cuales he sacado a cambio recomendaciones literarias que no le daría ni a mi peor enemigo, y también algunos argumentos, muy de guerra civil, que eso vende, para mis futuros escritos, y como consecuencia, voy por la página 13. Tampoco puedo comer mis Tigretones en paz, pensando en que ya los quemo con la caminata, porque ellas me recuerdan las calorías que tienen y lo malo que es eso a ‘nuestra edad’, aunque ellas me superan en un decenio, como poco. Muy triste. Vuelvo al coche sin dudar.

5 comentarios:

  1. La compadezco. Esas compañeras de tren tienen la facultad deprimir a cualquiera. No hay mucha defensa contra la gente pesada, salvo humillarla. Y me temo que eso no haría sino cargarles las pilas, y volverían a la carga. Aléjese de ellas. O haga que la odien. En el trabajo, al fin y al cabo, ya le hacen el vacío. Sería perfecto que se lo hiciesen también en el tren. Puede optar por leer cosas más atroces, cuyo resumen, cuando sus amigas se lo demanden, las hagan saltar del vagón.

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  2. Había pensado en "American psycho" De Easton Ellis, pero creo que no cogerían la indirecta...

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  3. Por cierto Tallón, veo que usted también le pasa como a mi, que llama usted 'amiga' a cualquier cosa (pues las denomino compañeras de trabajo porque no se ha inventado un término que quiera decir lo mismo sin implicar compañerismo, claro), jeje.

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  4. Ese tipo de amigas, en efecto, que llevan una navaja mirando hacia ti.

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