martes, 29 de mayo de 2012

No voy a la feria del Libro porque estamos a fin de mes desde el día 15 (y estoy mejor, gracias)

Mi amiga la que escribe y mi muy mejor amigo estaban preocupados por el tono infinitamente oscuro de mis últimos post y amenazaron con llevarme a la Feria del Libro de Madrid, a ver si así me animaba. Me alegra ver que mis casi dos únicos lectores se preocupan por mi salud mental, pero decliné la invitación, no, por Dios, no me sometáis a semejante tortura de lomos brillantes y listaca de autores buscados porque últimamente estamos a fin de mes desde el día 15. Me imaginaba delante de las casetas como la niña pánfila del cuento de las cerillas, con la cara pegada al cristal imaginando una bonanza económica siempre prometida (si estudias, hija, si estudias), pero nunca degustada. Como no fumo, no tengo ni mechero que chispear, menos mal que es Sevilla y mayo y no hace falta calentarse. Así, en lugar de irme a la Feria del Libro me fui a la playa con dos bocatas, a respirar salitre y a ponerme una rebequita cuando atardece, a volver a ver a mi amigo costero de la adolescencia y a preguntarme una vez más cómo es posible que sobreviviéramos a ella y cuál será el grado increíble de divergencia entre nuestros dos conceptos de amistad, a preguntarme qué me pondré para su boda, a sentir que me hace ilusión ir, que me haya invitado. No me llevé ningún libro, a ver si va a ser verdad que he de desengancharme de la lectura postmoderna.

miércoles, 23 de mayo de 2012

Mi imaginación florida, o ‘Tengo miedo, torero’ de Pedro Lemebel

‘Tengo miedo, torero’ es de esas cosas que caen en tus manos por casualidad y luego no te explicas cómo no llegó antes hasta ti. La imaginación exuberante del protagonista maricón es como la mía, pero en opuesto. Él imagina todo en positivo (la mayor parte de las veces, hasta que el sueño se frustra solito), yo lo imagino todo en negativo, voy a tener que hacérmelo mirar. Si en el entorno del Chile de mediados de los 80 su protagonista, La loca del frente, cuarentón solitario, puede ver la vida color rosa franela, no entiendo cómo yo, afectada por esta crisis sólo de refilón (antes de la crisis ya cobraba una mierda y no llegaba a fin de mes, oiga), no puedo verlo de algún color distinto al negro. La loca del frente, con su amor débil y unilateral, me resulta más verdadera que mi ranciedad mal disimulada, mis ganas de socializarme abortadas media hora antes por mis mensajes de móvil cobardes. Me voy a sumar a un grupo de escritura y cerveza, a ver si así recupero las ganas y salgo de la espiral trabajo-casa-trabajo. Si busco, encuentro cosas buenas, a una chica que conozco (de Sevilla, ¿no es increíble?) le publica Plaza y Janés. Da para alegrarse, no van a ser todo disquisiciones ombliguiles. Llega el buen tiempo, los mensajes del becario no cesan, igual me rindo, ¿sabéis? A veces es bueno abrir la puerta a enemigo y dejar que el pensamiento oscuro se airee un poco. A pesar de este alegato, tengo miedo, torero.

jueves, 10 de mayo de 2012

La gente se muere o ‘Siameses’, de Gonzalo Calcedo

Tengo un muy buen amigo, el mejor, diría yo, y que no es el becario. Mi amiga la que también escribe y él son el 100% de mi vida social desde hace demasiado tiempo. A él le llamaremos en este foro mi muy mejor amigo. Mi muy mejor amigo dice que quizá el becario (que efectivamente ha sido ascendido pero que para mi y para mi blog seguirá siendo ese becario modoso que se quedó con mi empleo) se mantiene alejado de mi porque le asusto. Pues que se compre un mono, pienso yo, y no sé si realmente la frase encaja en la situación con algo de sentido. El becario ya no viene a casa, ya no trae palomitas ni coca colas, no sé si contestaría a mis llamadas porque tampoco he marcado su número en mucho tiempo. Tal vez el becario me asuste a mi más que yo a él, con sus buenas intenciones y mi idea de que detrás de todo eso hay ponzoña oculta. Mi muy mejor amigo dice que los filósofos de la sospecha se quedan mamando a mi vera, que para mi sólo lo terrible es verosímil. Ah, y creo que tiene razón. Si está contigo es porque le gustas, mierdosilla, ábrele la puerta, me dice, pero no, no es tan fácil, porque el becario toma decisiones, me deja aquí una semana entera y se va al Caribe con gente que no conozco, con gente que le conoce en otro ámbito que yo ignoro, pensando sólo en divertirse, actuando de manera irresponsable, como obviando que la gente sufre, que la gente se muere (incluso gente joven), y por fuerza hay mucho oculto ahí, mucho hueco para las malas intenciones. Tonterías, dice mi muy mejor amigo, mientras se zampa un menú del McDonalds en el que piden que seamos civilizados y reciclemos los envases (¿desde cuando en el McDonalds hacen recogida selectiva de residuos, me pregunto?, y luego éste quiere que no vea la conspiración detrás de todo, mi muy mejor amigo es un ingenuo). Si no paras de leer a postmodernillos de mierda no vas a dejar de sospechar de las intenciones del pobre chaval, que probablemente pensara que por fin había encontrado a una tía con la que estaba a gusto y que no sabe cómo se ha jodido todo, mierdosilla, eso me dice, y sonríe con toda la cara, no una sonrisa de labios obligada, no, sonríe con toda la cara, ojos, cejas, nariz, sonrientes todos ellos, en la vida todos no somos personajes de Gonzalo Calcedo, me dice, hay gente que tiene esperanza. Y sí, puede que sea eso lo que he perdido en el camino, y puede también que no debiera haberle dicho que ‘Siameses’ me tiene atrapada, no, no es bueno que tenga tanta información, porque me deja sin argumentos.